lunes, 9 de enero de 2012

Viajes a Otros Mundos.


Es una extraña capacidad, un arte de la mente, un medio de transporte a mundos aleatorios compuestos de colores, en algunos casos, y en otros no. Es un momento de realidad simulada, un escenario ocupado por escenas desordenadas y pintorescos personajes cuya memoria crea para luego borrar. Me encanta la experiencia de poder sentir y vivir sucesos que quizás en la vida real parecen tan lejanos. Es como si esta extraña capacidad fuera un canal divino para mostrarnos aristas de la vida de las cuales las posibilidades de ocurrencia nos son escasas. Tan sólo basta con cerrar los ojos y dejar que nuestra imaginación se haga cargo de todo el montaje, de crear los personajes y las situaciones. La manera en que se va desarrollando la trama y las sensaciones que vamos rescatando de ella son los elementos que colocan la línea que separa un buen sueño de una extraña y pésima pesadilla.

Me impresiona además cuando en nuestros viajes mentales nocturnos se mezclan vivencias o recuerdos de un día que tuvo, en su realidad, hechos importantes, hechos que nos marcaron. También me llama la atención cómo es que, si tienes la fortuna de escuchar una buena canción justo en el momento en que estás viajando, ésta se mezcla en la escena dándole un sabor aún más exquisito. Son tantas las cosas que hacen de los sueños un placer único que si fuera por mi obligaría a todos a tenerlos por lo menos una vez al día, porque son medios de distensión y porque pueden animar el día de cualquiera.

Vida o muerte no existen, existe tan sólo lo que está en frente. Una persona, un momento, un espacio imaginario proclamado por la experiencia o la memoria. Un rincón propio de cada uno de nosotros, una máquina reveladora de experiencias, en fin... es un sueño.