viernes, 8 de marzo de 2019

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR




Me muevo silenciosamente entre el olor de la mañana, el calor de la tarde y la solitaria noche. Puedo hacer que mis pasos no sean detectados. La coraza está cada vez más ligera y su peso no tiene relevancia. El descubrimiento es otro, la vista esta posada en otra dimensión, el agujero negro lleva a otras preocupaciones y mi andar parece simular un piloto automático de última tecnología. Podría llevar conmigo muchas cosas más, pero el hecho es que no quiero. Podría descargar mi coraza aún más, pero ya me he acostumbrado a ella. El tiempo le da un sabor distinto a su oxido cuando se requiere una limpieza. Renovando energía, alineando una vez más los puntos cardinales, levantando aquellos pesados muebles para ponerlos una vez más en su posición original, a pesar de que todos parezcan estar maltrechos y a medio funcionar, el primer aspecto al entrar a la sala es que nada ha cambiado, dentro de su composición, dentro de su analogía, nada ha cambiado, sólo el fin de su existencia, su utilidad, parece ser otra. El destino de muchos artefactos parece estar incierto, olvidado, pospuesto por la inminente tormenta. Me muevo silenciosamente entre el sabor del amanecer y el sonido de un buen atardecer. Nadie me detecta, o al menos esa es la sensación.

Un fuerte sonido me saca de mi estado catatónico y me devuelve de un latigazo a la realidad. El despertar de un sueño tras otro, inducido, raro en su origen y predecible en su final, se combina con el frío que recorre mi piel cuando se abre por primera vez en el día el portal al eje tridimensional palpable. Despertar se vuelve difícil cuando dormir es escapar. El motor interno está algo averiado, sin embargo tiene la potencia suficiente para levantar este pesado cuerpo y es extraño, dado que sin su coraza, el cuerpo tiene un peso extremadamente profundo, al natural, desnudo en plenitud y vulnerable en toda su extensión. El momento más vulnerable del ser humano es cuando está recién despertando. Su alma estuvo desconectada de su artefacto terrenal, por lo que cuando vuelve a su posición, no todo está funcionando de manera correcta, le hace falta tiempo y es hilarante, dado que cada hora que pasa está más despierto, pero más cerca de su muerte.

El sonido elocuente del entorno parece ahora extraño, artificial, carente de tacto y con cada segundo se torna más oscuro. La luz está en las ondas aéreas que provoco, que distorsionan el incómodo silencio. Los estruendos de mis cuerdas calman a los demonios que reclaman su presa perdida durante mucho tiempo, los alejan y les dicen que vayan por otra alma errante que quiera estar con ellos. Yo ya tuve suficiente. En la oscuridad me refugio, con mi instrumento de conexión, con el dolor en mis dedos después de partir el día en dos con su potente sonido, ese dolor que es lo único que puede alejarme de la estancia en ese inframundo lleno de color.

Me preparo para enfrentar una vez más el ciclo, la rueda de levanta el agua una y otra vez para ser alcanzada, para ser bebida y para continuar eternamente. No seré yo quien beba de esa agua, cuando el tiempo me reclame, pero sé con certeza de que ahí estará, pura o no, clara o turbia, ahí estará, para que otros puedan beber de ella, sin discriminar, sin preguntar los orígenes de sus súbditos ni menos sus pretensiones, sólo funcionando, manipulada por ellos mismos, quebrándose, desmoronándose en ciclos continuos, sin que nadie aparentemente pueda cambiar su forma, sus raíces y le pueda dar un vuelco enorme. Sólo noto que han pasado algunos que han cambiado su color y sabor mediante artificiales trucos de magia, ilusiones temporales que calman el dolor que causa su consumo diario. No obstante, para mi son genios dignos de admiración. Ellos están buscando la fórmula para llegar a su composición molecular, destruir y crear algo nuevo. No puedo pasar por esta interminable fila sin haber intentado hacer algo así. Me rehúso a ser una oveja más que sigue al rebaño, pero espero, espero el momento adecuado, aquel que sabes que ha llegado cuando miras el sol esconderse bajo el interminable manto de agua. Hay un gigante dormido en cada uno de nosotros ¿Vale la pena pelar con él o dejas que salga a conquistar tus miedos?

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